No era mi sitio, mi mundo, ni mi hora,
mil muertes me debieron ya encontrar;
si no por duelo, por piedad ahora,
si no por pena, por saber amar.
Mas tras mi fuga sabré con certeza
si tuvo el peso justo la estación,
o si perdí la senda en la aspereza
de levantarme tantas veces sin razón.
Si fui yo quien sus templos consumiera,
si el tiempo desgajé con propia mano,
¿con qué valor la herida se cierra,
con qué derecho el alma busca hermano?
Ser yo... Sombra tan desamparada,
único huésped de este gris poblado,
donde la piel se esconde, resguardada,
del ser que fui. De mi rostro desolado.
Como mansión vacía y ya vencida,
donde el silencio ruge y todo hiere,
lloro de nuevo y clamo a la partida,
cuando la luz asoma y el sol muere.
Cuando la carne al fin quede inerte
y el paso ya no arrastre su dolor,
no imploraré clemencia ni la suerte,
no rogaré más tregua ni perdón.
No he de quedarme mucho en este suelo.
La noche llama.
Y yo respondo en duelo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario