lunes, 4 de agosto de 2025

tabula rasa

Interrogantes sin forma,
y verdades que jamás rogué
descienden como ceniza sobre mi lengua:
ácidas,
incendiarias,
inclementes.

Responden sin rostro
y con mano de hierro,
destrozando los bordes de lo que alguna vez fui.

Quemaron la casa,
no aguantaron el calor.

Esta vez se rompió algo
más grande que el corazón
una raíz sin nombre,
sustancia que ni el tiempo toca
ni la esperanza remedia.

Y, sin embargo
cada fragmento en el suelo,
estrellado, con su último aliento,
sonríe en agonía,
al verte florecer.

Respiran con moribunda dulzura
al saber que hallaste tu luz,
que el espejismo devino en verdad,
que el lugar que anhelabas
ahora responde a tu nombre.

Pero al yo arrancarme del sueño compartido,
algo sagrado se desgaja:
una costilla,
una estrella,
un dios menor.

El dolor ya no tiene aristas nuevas,
pero cada filo corta distinto.
Todo hiere.
Todo arde.
Todo cae.

Y yo —
deshaciéndome sin ceremonia—
lloro océanos sin orilla,
tiemblo en una noche sin promesa
y habito la larga agonía
de seguir respirando
sin ser.

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